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El lugar de la emociones

El lugar de la emociones

El lugar de las emociones.

No es la razón lo que guía al mundo, sino las emociones. Así que ya va siendo hora de que nos ocupemos de ellas.

Unamos a la inteligencia de la cabeza la del corazón. Ese es el precio de la democracia.

Las emociones a las que no se les quiere prestar atención toman el poder. El fascismo y el racismo son respuestas emocionales a miedos, a sufrimientos que no llegan a expresarse. No es posible oponerse a ellos únicamente con la razón. Las sectas y los partidos extremistas se aprovechan de la inseguridad y del analfabetismo emocional.

Atraen porque ofrecen la unión contra el malo, un sentimiento de fraternidad a expensas de la oveja descarriada, una revalorización personal a costa de desvalorizar a los demás.

Se habla de la gran violencia de los barrios marginales, de los niños que, por un par de botas o una cazadora, asesinan a su compañero. Se habla mucho de esos impulsos incontrolados porque inquietan..En cambio no se habla del reverso de la moneda, de todas esas emociones que no se expresan, que se reprimen y se esconden en el interior.

La soledad, la depresión y la angustia son el pan nuestro de cada día para muchos de nosotros.

Por no manejar adecuadamente nuestras emociones, auténticas lisiadas relacionales, nos enfrentamos unos a otros. Un continuo acudir al médico, abuso del tabaco y del alcohol, dificultades para comunicarse, soledad creciente, racismo y exclusión son síntomas de una enfermedad social

¿Cuál es el sentido de la vida? Eludimos la cuestión evadiéndonos en los hipermercados, en el trabajo o delante del televisor. «Una vida de locos!», decimos antes de volver a conectarnos al gota a gota televisivo o al inevitable “Facebook”

La angustia hace que funcione la economía. Los laboratorios farmacéuticos son los grandes ganadores de esta carrera de la explotación del desasosiego emocional y relacional. Se venden ciento veinte millones de cajas de tranquilizantes, somníferos y antidepresivos al año! Estos productos ocupan el segundo puesto en los gastos en medicamentos, detrás de los antibióticos. Por eso, necesitamos urgentemente aprender a hacer frente a nuestras emociones.

Hoy en día, el C.I. ya no basta.

El mundo actual exige autonomía, iniciativa, creatividad, realización personal, competencia, expresión emocional, autenticidad, espíritu crítico y empatía. Inteligencia emocional y relacional.

La sensación de seguridad, que antes nos ofrecían las tradiciones, la pertenencia a un grupo, una familia o una empresa, hay que encontrarla ahora uno mismo. Agobiados por conflictos internos, que años atrás se resolvían desempeñando un papel social estricto y bien definido, muchos de nosotros ahora nos sentimos desorientados ante los problemas que plantea la vida. Pero, ¿quién nos ha enseñado a escuchar nuestrosimpulsos profundos? ¿Quién nos ha enseñado a seguir la inclinación denuestro corazón?

Las empresas de nuestra época ya no pueden permitirse derrochar energía y creatividad en los juegos de poder. Ha  llegado el momento deponer en común las capacidades de cada cual para crear una dinámicade redes. En la actualidad,  ya no se trata de situarse por encima o por debajo de los demás, sino en uno mismo y en relación horizontal con los  que te rodean. La diferencia no la marcarán los diplomas ni el CI., sino las inteligencias intrapersonal e interpersonal.

Únicamente el acceso a nuestras verdaderas emociones puede permitirnos responder a los desafíos que nos plantea la  sociedad actual y su complejidad.

Del conformismo a la autonomía

«La idea de un orden social natural en el que cada uno ocupa el lugar que se merece es una de las piedras angulares de nuestro sistema social. Todas las porras del mundo no bastarían para mantener un orden basado en la explotación y  la opresión, si éstas no estuvieran internalizadas por sus víctimas más directas. Ya hace mucho que los más explotados  habrían cambiado un orden totalmente irracional, que ellos son los primeros en padecer, si la escuela, los medios de  comunicación y toda nuestra cultura no tendieran a hacerles creer que son incapaces de pensar y de actuar. Los líderes  y gobernantes construyen un arquetipo en la población para hacerlos sus seguidores ciegos como una orden hipnótica.

La autonomía amenaza las estructuras sociales establecidas sobre bases injustas. La palabra viene del griego: nomos =  norma de conducta, auto = propio. El individuo autónomo es aquel que forja sus propias normas de vida, el que escucha  a su corazón. No es un rebelde. Acepta las normas de la vida en común, pero no tolera la injusticia.

No obstante, cuanto más injusta es una estructura social, más necesidad tiene de limitar la autonomía de sus miembros para mantenerse.Y  en este terreno, las barreras psíquicas son más eficaces que los límites físicos. Y de este modo es como la negación  de la vivencia interna favorece la sumisión a un orden establecido. Para responder al desafío de nuestra época, el hombre  debe restablecer el contacto con unas emociones de las que la educación lo ha alejado, y ser real mente él mismo, un  individuo distinto de todos los demás.

La alfabetización emocional

Es realmente posible desarrollar esa inteligencia del corazón? ¿Acaso no se es tierno, colérico o tímido por temperamento,  es decir, de nacimiento? «Cada uno tiene su propio carácter», tendemos a decir.

La razón y la emoción han estado enfrentadas mucho tiempo, por lo que ahora ha llegado el momento de hacer justicia a  la emoción, ya que en realidad nos ayuda a razonar. Descubriremos que las emociones impregnan sutil pero inevitablemente  nuestra vida mental. La vida emocional, consciente o inconsciente, actúa de filtro entre el exterior y el interior, dirige nuestras  elecciones, puede alterar nuestra relación con la realidad y provocar tanto los éxitos como los fracasos.

Recuperar las verdaderas emociones es recobrar la libertad. Siempre y cuando se encuentre el punto de equilibrio entre la  negación y la expresión incontrolada, las emociones, lejos de encadenarnos, nos garantizan la autonomía

La urgencia es afectiva. Nuestros hijos nos pedirán cuentas: «Cómo has amado?»

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