Enseñanza de Isabelle Filliozat
En el colegio se aprende historia, geografía, matemáticas, lengua, dibujo, gimnasia... Pero ¿qué se aprende con respecto a la afectividad? Nada. Absolutamente nada sobre cómo intervenir cuando se desencadena un conflicto. Absolutamente nada sobre el duelo, el control del miedo o la sana expresión de la cólera.
El noventa por ciento de nuestra vida cotidiana se silencia. Pero ¿no nos resultaría tan útil recibir algunas nociones sobre la conciencia de uno mismo y la descodificación de las emociones como saberse la lista de los reyes que han ocupado el trono en nuestro país?
Hace quince años empecé a dar clases en la Escuela Nacional de Artes y Oficios. Me correspondió un módulo titulado «Emociones». Muchos de los fracasos en el examen de fin de carrera se podían achacar a la emotividad. Había que enseñar a los futuros ingenieros a controlar los nervios, a dominar el movimiento corporal a la hora de hablar en público, a expresar con palabras sus emociones y a poner emoción en sus exposiciones, y a tener confianza en sí mismos.
Para lograrlo no basta el C.I. (cociente intelectual). Es lo que vemos
todos los días, tanto en el ámbito de la enseñanza como en el de la empresa; lo que marca la diferencia no son únicamente los conocimientos técnicos, sino la capacidad para manejar los afectos y comunicarse.
La comunicación tiene sus leyes: hay que adquirir ciertos conocimientos, dominar distintas formas de enfocar los asuntos, desarrollar diferentes modos de desenvolverse. El lenguaje de las emociones tiene una gramática. Dirigir una reunión, hablar en público, vencer la timidez, responder a la agresividad, imponerse, dar la propia opinión, escuchar, comprender las reacciones de los demás, llorar, motivar a un equipo y motivarse a uno mismo, ser receptivo a las emociones, hacer frente a la adversidad y al cambio, resolver conflictos...,
Continua.........
0 comentarios